.... un minuto de comunicaciòn con nuestro Padre Celestial nos enseña a Ser Felices

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Amén

martes, 7 de diciembre de 2010

SUPERAR LA MUERTE DE UN SER QUERIDO

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     Tras la pérdida de alguien a quien queremos se entra en un proceso caracterizado por sentimientos de tristeza -se siente una pena muy grande y todo hace llorar-; de miedo y angustia -sensaciones muy intensas de desamparo, desasosiego-; de soledad -como si el mundo se hubiera acabado-; cambios de humor constantes; por conductas de negación e incredulidad -parece que lo que está pasando es una horrible pesadilla-; insensibilidad -es como si le estuviera pasando a otro- y de rabia y resentimiento.
     Estas emociones, además, suelen ir acompañadas de sensaciones corporales como el nudo en el estómago, palpitaciones, pérdida de apetito, insomnio, temblores, pérdida de fuerza, hipersensibilidad al ruido, sensación de falta de aire, náuseas, fatiga y una opresión en la garganta y en el pecho. Son sensaciones normales que se acompañan de comportamientos tales como llorar, suspirar, buscar , llamar y hablar con el fallecido, querer estar en soledad y evitar a la gente, dormir poco o en exceso, soñar o tener pesadillas, falta de concentración, no parar de hacer cosas o, por el contrario, apatía.   Estas reacciones, normales después de la muerte de un ser querido, forman parte de un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación. La duración oscilará entre uno y tres años y se habrá superado cuando la persona sea capaz de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando aprenda a vivir sin él , cuando sea capaz de plantearse retos vitales y de centrarse en una convivencia normalizada con familiares, amigos y compañeros. Para alcanzar este objetivo la tarea prioritaria consiste en aceptar la pérdida: la persona querida ha muerto y no volverá. No es suficiente con decirlo, hay que creerlo. Cuando se haya perdido toda esperanza de recuperar al ser querido será la señal de que se ha aceptado. Hablar de la pérdida, de las circunstancias de la muerte e incluso visitar el cementerio o el lugar donde se han esparcido los restos puede ayudar a completar este paso.
     Paralelamente, hay que aprender a sentir el dolor en privado, llorando, mirando sus fotografías... O de forma compartida, hablando de los sentimientos con la familia, con amigos de confianza, con las personas con las cuales no hay ningún inconveniente en expresar cómo se está. Hay que aprender a vivir sin esa persona: si es importante expresar las emociones, no menos importante es saber complementarlo con actividades que posibiliten el inicio de una vida sin el ser querido. Hay que aprender a vivir en soledad, a tomar decisiones sin apoyo, a realizar las actividades de las que se ocupaba la otra persona... En definitiva, a tener otra perspectiva de la vida, otros objetivos. La recuperación del interés por la vida marcará el momento de superación: no hay nada malo si se quiere disfrutar, si se quiere ser feliz, en establecer nuevas relaciones, en sentir nuevos deseos.
     Finalizar el proceso de aceptación no significa olvidar. Para cada persona significa algo distinto: es poder dar un sentido a todo lo vivido, es pensar en el ser querido sin sentir un dolor insoportable y recordar con ternura los momentos vividos, es llegar a perdonarse o a perdonar lo negativo de una relación y los momentos que, por la muerte, no se han podido disfrutar. Espero que estas líneas contribuyan a superar el duelo personal de una amiga.

... citas memorables:
  ...sentado en la vieja casa familiar,
frente a la imagen de la madre muerta...
Dice la Madre: -No llores, yo estoy bien.
Dice el Hijo: -No lloro por ti, lloro por mí,
porque ya no estas para pensarme.
Pirandello

“Amando mucho viviríamos un poco más después de muertos. Yo puedo asegurar que mi padre o mi madre viven en mí, la mitad de las cosas que yo hago son “suyas”, aunque sus manos sean hoy polvo, y los grandes escritores siguen viviendo hoy entre nosotros cada vez que los leemos. Y ahora, mientras Beethoven suena en mi cadena musical, ¿quién negaría que él vive en su música y en mí? 
Es como en los trasplantes: el muerto que dona su corazón o sus riñones, sigue latiendo y purificando la sangre en el trasplantado. Es decir: sigue viviendo en alguien. 
Así todo acto de amor, toda obra bien hecha y perdurable es un trasplante de alma cedida a un desconocido, pero que vive con ella y de ella. 
Son pequeñas resurrecciones, lo sé. Pero, ¿por qué no conseguir esas pequeñas resurrecciones que son las que tenemos en nuestra mano?". ( José Luis Martín Descalzo)




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Salmo 23

El señor es mi pastor, nada me faltará.
Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo, tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la casa del Señor por muy largo tiempo.

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